- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

martes, 5 de mayo de 2015

❥ No te cambio.



Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

...

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también 
viceversa. 

- Mario Benedetti

Nunca se me han dado bien los sentimientos. 
No soy buena dejándolos ver y no soy buena guardándolos dentro. 

Quería escribir sobre ti, sobre cómo me he acostumbrado a echarte de menos cuando no estás conmigo y cómo se ha convertido en costumbre también esperar con más ansia de la suya los fines de semana porque sé que nos toca vernos. Me he vuelto adicta a tus infinitas ganas de pelear por esto y tu forma pasivo-agresiva de quererme. A saber que vas a apostar por mí aun sabiendo que ya estoy perdida y que de entre mil pajares vas a encontrar mi aguja porque me has elegido en tu vida. A esa sensación que me recorre el cuerpo cuando me dices que te quedas, que no vas a irte a ningún lado porque estás. Y me encanta. 

A tus besos. 
Dios
Me he vuelto una jodida yonkie de tus besos.
Y es una putada,
porque nunca se me ha dado bien salir de las adicciones que acababan haciéndome daño.
Pero es que tus labios...
y ese juego que solo nosotros entendemos...

He estado repitiéndome una y otra vez que no eras para mi hasta que el no se ha quedado perdido entre las ganas de cogerte de la mano y andar hacia quién sabe dónde y el ansia de morderte la boca y que suspires hasta que tu aliento llegue al fondo de mi pecho.

No cambio por nada nuestras conversaciones de horas a las tantas y tantas tonterías sin sentido.
No cambio la forma en la que me miras y esa manera tuya en la que me tocas,
haciendo que se me olviden todos los putos complejos
y queriendo que las yemas de tus dedos me abrasen la piel hasta fundirse con mis huesos
y no sepan dónde acabas tú, dónde empiezo yo
y dónde continúan nuestros besos. 

No te cambio.

Y no cambio tampoco la forma en la que has llegado bien hondo hasta tocar rincones de mí que no sabía que estaban abiertos. No regalo ni comparto las sonrisas que me dedicas entre beso y beso y créeme, no deja de erizarme la piel esa forma tuya de acariciarme mientras nuestras lenguas juegan a ver quién llega primero a la luna.

Me he acostumbrado a mirarme en tus ojos, y si en mis ojos te miras... todo queda entre nosotros

Y es que estoy jodida.
Estoy muy jodida...
y muy radiante.
Porque me he enamorado. 
Y no;
No te cambio


jueves, 16 de abril de 2015

❥ Serendipia.



Era el mismo cuento con final alternativo;
Él la quería,
y ella se dejaba querer
y dejándose querer acabó queriéndolo como nunca antes había podido hacer.

Y es que le dijeron que el hielo se derrite, pero su alma estaba tan fría que vivía con la certeza de que ni cien mil hombres con antorchas podrían traspasarle el pecho.
Pero se le olvidó un detalle.
Y es que no necesitaba a aquellos hombres a dos llamas por mano.
Solo necesitaba uno.
Un hombre y sin antorcha.
Su hombre.
El que viniera con las manos calientes deseando rozar piel con piel y los ojos templados por el reflejo de su rostro pidiendo ser acariciado. Las ganas de romperle la boca a besos y el susurro de voces que sonaran más fuerte que los monstruos que alimentaban sus complejos.

Necesitaba amor.

Y entonces comenzó a vivir con la fe de unos dedos que fueran a la vez abismo y techo y unos labios que quisieran entrar en contacto con el frío, dispuestos a quemarla y que ya no se sintiera más vacía.
Quería que la llenaran.
Que la llenaran hasta que dejara de llorar por las noches y comenzara a sonreír en las mañanas con aquellos 'buenos días pequeña' y 'buenas noches enana' que tanto le gustaban.

Y lo hizo.

Quizá la culpa fuera de un par de locos
con una misma locura,
que queriendo jugar a ser fuertes
acabaron siendo el arma de doble filo que los hizo punto débil de un mismo destino.

Y ella salió a la calle y juró una y mil veces en mil noches distintas que él no formaba parte del plan, y jurando y susurrando a la luna ésta le contestó que la palabra más bonita que la vida le había dado era Serendipia.

"Serendipia: 
descubrimiento o hallazgo por accidente, por casualidad, inesperado y afortunado de cosas que no se están buscando  ni se preguntaba por ellas y que son la solución a otro problema que se tenía".

Y así, con la certeza de haberle sacado a la noche la respuesta que había buscado toda una vida, descubrió que había estado tropezando siempre con el mismo impulso.
Que una misma respuesta sirve para todos los problemas y que unos mismos ojos pueden enamorar hasta hacer sentir que revienta el pecho.
Que las sonrisas arreglan grietas y las caricias cierran agujeros.
Que los besos curan complejos y el fuego de sentirse querido derrite el hielo de mil glaciares y dos inviernos.
Que siempre hay un roto para un descosido aunque el descosido lo formen dos rotos con ganas de arreglarse la vida.
Que la felicidad puede ser persona y que hogar es allí donde te sientes en calma.

Y descubrió entonces que quería guardarlo como un tesoro, de esos que si los miras mucho se desgastan y tocas con miedo a que se abra, porque perderle era perder el sol, y las estrellas, y la vida, y todo lo que los tontos llamaban arte y ella había puesto el nombre de amor.
Y es que al fin y al cabo... no tenía voz para dejar de llamarlo.

"De ti también se sale, pero yo no quiero"

Porque él...
Él era su serendipia. 


miércoles, 11 de febrero de 2015

❥ Consejo de supervivencia.




Eh, déjame darte un consejo.
Un consejo de supervivencia:
No necesites a nadie.
Pero quiere.
Quiere mucho.
Quiere.
Por encima de todas tus posibilidades. 

Había una vez una niña que era muy feliz... y entonces creció.

Ella tenía como arma una enorme sonrisa que le cruzaba toda la cara, unos ojos brillantes que acostumbraban a gritarle al mundo que jamás nadie podría hacerla llorar y una mirada que dejaba claro que nunca nadie iba a ser capaz de hacerle daño.

Con el tiempo su sonrisa se hizo cada vez más débil a medida que el peso de los años y las decepciones hacía presión sobre unos hombros todavía demasiado pequeños, sus ojos acabaron por cambiar aquel brillo que levantaba ilusiones por el de las lágrimas que iban acumulándose cada noche en sus mejillas, su mirada se hizo débil y ya no era capaz de enfrentarse cara a cara con nadie por miedo a otro balazo de decepción contra el pecho. 

Le hicieron daño. 
Mucho daño. 
Y solo era una niña.

Siguió creciendo y adoptó por ley no dejar nunca que la vieran gritar, por costumbre secarse los ojos antes de cerrar la puerta de su cuarto y por norma no permitir que ningún desalmado, jamás, le volviera a romper el corazón.

Se cerró como se cierran las ventanas de una casa vieja cuando se acerca la tormenta, con tablas de madera ya podridas y clavos oxidados hundidos bien profundo. Replegándose poco a poco sobre si misma y susurrándose palabras bonitas porque creía que nadie más podría dedicárselas mientras dormía.

Juró nunca volver a confiar en nadie.
Juró no seguir teniendo miedo a equivocarse.
Juró...

Y jurando se olvidó de que a veces las promesas se rompen aunque queramos salvarlas, y salvando promesas acabaron salvándola también a ella y a esa pobre alma que ya se creía perdida.

Conoció a alguien que la hizo reír y descubrió que el valor de una carcajada era mayor de lo que hasta entonces había querido confesar, y que las lágrimas no siempre tenían que ir abrazadas al dolor como filos de cuchillas enfermizas.

Se topó con quien la antepuso a ella antes que al mundo, antes que a la vida, antes que a absolutamente todo porque todo, palabra inmensa y grande, se reducía a la satisfacción de una sonrisa de aquella muchacha que hasta entonces había pasado desapercibida.

Y es que sabía sacarle el calor de las costillas que hacía ya muchos años que habían estado congeladas. Revivió mariposas muertas y atrajo el sonido de risas que ambos encontraron escondidas entre los huecos de sus labios y los pliegues de aquellos hoyuelos que solían saludar cuando sonreía. Le enseñó que dos almas rotas pueden arreglarse con los trozos que sobran una de la otra, y que el hielo se derrite si sabes dónde poner bien el mechero. Le susurró secretos a voces gritándole a la nada que ella era lo único por lo que perdería su vida.

Y acabaron hablando de amor, pero siempre a escondidas.

Y es que quiere.
Quiere aunque no te quede nada
porque querer...
querer es lo único que al final 
va a salvarte la vida.