- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

sábado, 27 de septiembre de 2014

❥ Y ojalá alguien dispuesto a mojarse.


Veo cada día cómo se hace de noche, y cada noche cómo se hace de día, y esa es una de aquellas rutinas que no puedes romper, porque créeme, el día que lo hagas habrás acabado con todo.

Hoy ha amanecido lloviendo, así que con el cielo oscuro, el frío en los huesos, el sonido del agua y tristeza en los pensamientos he abierto una hoja en blanco y me he puesto a escribir.
Es una de esas ocasiones en las que tienes mucho que decir pero nada que contar, y es que aunque abras la boca y grites nadie te escucha, y por mucho que notes como se te desgarra la garganta y te duelen las costillas... estás sola.

Hoy no he venido a hablar de nada, de nada más que de la lluvia.
Es curioso como algo tan simple como gotas chocando contra el suelo puede cambiarte el estado de ánimo y hacer que floten cosas que prefieres mantener hundidas. Hundidas como sentimientos, hundidas como pensamientos y hundidas aún mas como recuerdos.
En los días como hoy hay gente que prefiere esconderse debajo de una manta, encender la tele y ahogarse con palomitas. Yo prefiero tumbarme en la cama sin mirar ningún punto fijo, con sólo silencio y un poco de soledad y simplemente... existir.

La lluvia no es nada y a la vez es todo. Es el mundo girando y el cielo cayendo en picado. Son las nubes llorando y la humedad clavándose en la piel. Son las plantas naciendo y los animales huyendo, son los humanos dándose cuenta de que no son nada, porque nada es nadie y nadie es absolutamente imprescindible. Es la vida, pero también es un poco la muerte.

En días como hoy es cuando te apetece estar con alguien que de verdad quiera estar contigo, no por diversión, no por compañía, por ti. Solo por ti, que cada segundo corrido del reloj, cada respiración, cada latido, cada molécula y cada suspiro sea por ti y solamente por ti.

Es en días como hoy en los que me doy cuenta que no hay nadie.
Nadie que quiera meterse bajo la lluvia y venir a por mí.
Nadie dispuesto a mojarse para ver a alguien que no significa mucho y que nunca entiende nada.

En días como hoy la lluvia se convierte en piedras y los cristales gritan, porque duele.


viernes, 26 de septiembre de 2014

❥ Busca la X.


¿Gritamos?
Hoy vengo a hablaros de cobardes.

Siento la necesidad de daros consejos vacíos que sé que nunca vais a seguir, pero no por ello deben quedarse guardados. Me gustaría contaros (desde mi más humilde forma de enfocar las cosas) cómo la vida puede ser lo mejor o lo peor del mundo. Todo depende, y esto lo habréis escuchado ya demasiadas veces, de la forma en la que todo se mire. Hoy vamos a mirar un punto exacto.

Vamos a dar con aquellos que se tragan los sentimientos hasta que se ahogan y a pesar de ello prefieren ver como se les cierra la garganta a dejarlos salir y gritar dos simples palabras; "te quiero".
En mi corta e insuficiente experiencia en esto que llamamos vida me he encontrado situaciones ridículamente sencillas que se han ido haciendo cada vez más pesadas y más grandes hasta que han caído como lo más complejo que puedas ver.

Chico conoce a chica. A chica le gusta chico. A chico le gustan demasiadas chicas. Chica se cansa. Chico se da cuenta de que aquella chica es la que quería para él. Chica vuelve (porque siempre lo hacen). Chico tiene a Chica. Chico se cansa de Chica. Chica se queda con cero ilusión y menos una esperanza.

Podemos hacer diversas e innecesarias variaciones en esta ecuación, pero el resultado acabará siendo siempre el mismo.

Chico + Chica - Ganas de luchar por ellos = Tiempo perdido y corazones quemados.

Y es que nada es para siempre, el tiempo es tiempo y al final se agota, nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y mil y un tópicos más, pero la clave está en nadar entre todo esto y llegar a una simple y llana conclusión, que es la siguiente: Las cosas van a salir bien o van a salir mal, eso vas a saberlo con el tiempo, pero si hay alguna oportunidad de que funcione por remota que sea la has perdido en el momento en el que cierras la boca y te golpeas el pecho para que tu miserable corazón deje de intentar salirsete del pecho cuando ves a esa persona. Lo has perdido todo sin ni siquiera haberlo intentado en el instante en el que la ves pasar, te sonríe y tu... tu simplemente la ves alejarse.

Cobarde.

Nadie va a garantizarte la felicidad, porque está claro que incluso aquellos que creen tenerla acaban con las manos vacías, pero si no la buscas, si no corres por delante de ella y clavas uñas y dientes a quien sea necesario para acercarte un poco... no serás nadie.

El rechazo está ahí. Tienes un no y también una oportunidad de cambiarlo por un sí.
Si sientes, demuéstralo.
No te quedes callado, porque a los que gritan en silencio nadie les escucha.
Y pierden.


jueves, 25 de septiembre de 2014

❥ A veces pasa.

Vamos a gritar un poco:
Tengo que reírme (y reírme hasta el punto en el que te falta la respiración y te duele el estómago) de aquellos que dicen que son capaces de controlar sus sentimientos.
"Yo mando, si no quiero enamorarme no me enamoro".
Permitidme un pausa para volver a reírme a gusto.
Ja, ja, ja.

Es triste pensar que tenemos algún tipo de poder o control sobre nuestros sentimientos. Es, en realidad, una de las pocas cosas que no podemos controlar a nivel personal.

No puedes elegir cuándo alguien va a gustarte, no puedes ser capaz de decidir si una persona va a girarte la vida ciento ochenta grados y va a ponerte patas arriba los esquemas que creías tener bajo control. No seas ingenuo, no vas a ser capaz de matar las mariposas en el estómago cuando decidan echar a volar dentro de tus tripas, ni reprimir la sonrisa de idiota que vas a tener pegada a la cara veinticuatro horas cada vez que pienses en esa persona, en esa persona que hace poco no era nadie, pero que ahora es más que tú y que el mundo en su conjunto. Puede que pienses que eres capaz de decidir si alguien es digno de tí o tú eres digno de el, pero déjame aclararte algo:
Pasa.
Simplemente pasa.

Pasa que no es nada hasta que se convierte en todo, pero no te das cuenta. Un día piensas que no está tan mal, que tal vez podrías... pero no, que tontería, tú estás jodidamente bien solo.  Sois amigos y ya está, es simpática y tú le caes bien. Es divertido y punto. Entonces pasa que cuando os separáis empiezas a pensar en qué estará haciendo o en por qué no estáis hablando. En que estaría bien verla para no tener que seguir imaginándote si su sonrisa será igual de increíble como tú la imaginas dentro de tu cabeza. Y pasa de nuevo que las conversaciones que antes llegaban por aburrimiento ahora lo hacen por necesidad. En qué poco tiempo te has dado cuenta de que si no hablas con ella aunque solo sea una palabra, un 'eh, que haces', un 'eres idiota' o un simple 'buenas noches' no vas a poder deshacerte del nudo que tienes en el estómago.
Y ya ha pasado.

La necesitas.
Y seguramente ella te necesita a tí también.
Porque pasa.

❥ Hablemos de miedos.

Gritemos un poco sin que nadie nos escuche:
Hoy vengo a reflexionar más para mí que para vosotros de un tema que llevo mucho tiempo luchando por dominar (estamos hablando de años) y que a día de hoy sigue corriendo más que yo.
El miedo al rechazo.

Siempre me he considerado una persona independiente, de las que no necesitan a nadie para nada y puede con todo ella sola. Que no necesita preguntar a nadie aunque esté perdida ni pedir ayuda aunque se esté ahogando. Con el tiempo me he dado cuenta de que no es ser independiente de lo que hablamos, es ser tímida. Demasiado tímida para atreverse a preguntar la hora a un desconocido o entablar conversación con alguien en la parada del autobús por miedo al rechazo.
El rechazo.

Creo que al final, cuando quitamos capas y capas y llegamos al centro de todo, al núcleo, a lo que importa... ese es el verdadero problema. Tengo pánico a ser rechazada.
Soy de esas personas que suelen pasar desapercibidas y que a pesar de ello van andando por la calle con la cabeza gacha, la música en los cascos a todo volumen y la mirada fija en los pies. Siento que cada vez que alguien se cruza conmigo sus ojos se clavan en mí y comienzan a juzgarme, que se ríen, y es gracioso... porque la realidad es que nadie se para a mirarme, sería demasiado egocéntrico pensar que tengo la capacidad de hacer que las personas se vuelvan a observarme cuando paso, aunque en este caso no sea para admirar, sino para juzgar hasta el más mínimo detalle.

El caso es que el tema es complicado y no voy a profundizar mucho más porque sé que entonces me iré al verdadero problema, con el que llevo cargando sobre los hombros desde que tengo uso de razón, y ese son los complejos.

Centrémonos esta vez únicamente en la pieza del puzle antes nombrada:
Supongo que el miedo al rechazo viene cuando una persona es tan insegura que siente que el mundo entero es capaz de pararse frente a ella para señalarla con el dedo únicamente por el placer de reirse a carcajadas. Es increíble lo difícil que puede llegar a hacersete la vida cuando eres alguien inseguro. Inseguridad a la hora de hacer amigos (porque aunque ellos quieran acercarse a tí en el fondo vas a pensar, y esto es muy triste, que solo quieren pasar el rato a tu costa), inseguridad a la hora de tomar decisiones (porque por muy pequeña que sea la duda siempre rodará y rodará por encima de tí hasta convertirse en una gran bola que no vas a poder arrastrar).

Y lleguemos a la conclusión entonces de que el miedo a ser rechazada es solo un daño colateral de sentirse demasiado insuficiente para el mundo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

❥ Nueva era.

Nunca me han gustado los cambios. Tengo que admitirlo.

Soy un animal de costumbres, y como animal bien amaestrado he acabado por amar la rutina. Dejemos a un lado la inmensa mayoría de personas que gritarán que estoy loca y respaldemonos en ese pequeño grupo incomprendido e infravalorado que suelen invertir su tiempo en gritar en silencio.
Pertenezco a ese porcentaje de seres extraños que buscan un lugar constantemente en el que sentirse respaldados, seguros, ubicados. Pertenezco a esa minoría que no siente formar parte de la sociedad que se ha construido en esto que llamamos mundo.

Volviendo al tema de los cambios, debo reiterar que no me agradan. Lo diré una y mil veces. Cuesta demasiado acostumbrarse a algo para después abandonarlo y volver a empezar de cero.
Odio los cambios, y sin embargo... aquí estoy. Comenzando un nuevo proyecto que no estoy segura que vaya a poder dominar.